Me cansé de fingir la sonrisa

Por Eva Morales Muñoz

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Cádiz es mucho más que una hilera de dientes blanquecinos, que agradecen, con mansa servidumbre, las propinas que los forasteros dejan sobre las mesas de sus bares

Me cansé de fingir la sonrisa

No son pocas las críticas que se vienen escuchando en estos últimos meses hacia la gestión del actual alcalde de la ciudad de Cádiz. No pretendo que sea éste un artículo de índole política, pero me gustaría opinar sobre la penúltima acción negativamente valorada relativa a mi área profesional: el turismo.

En el año 2007 nació el logo y el eslogan que nos ha acompañado desde hace casi diez años en cada campaña turística: “Cádiz, la ciudad que sonríe”.

Como gaditana nunca me he sentido identificada con él. Cádiz está herida, se desangra, sufre, llora, pelea y sigue siendo ninguneada. Vender una Cádiz sonriente y despreocupada, es seguir alimentando el viejo tópico de gentes repletas de estulticia que, sin cuestionarse lo que sucede a su alrededor, sigue riéndose y haciendo ingeniosos chistes.

Como profesional del turismo he aprendido que cada destino turístico debe apostar por una marca reconocible y un eslogan con gancho que perduren en el tiempo para que se asiente en la memoria de las personas. Pero también considero que el turismo es (y debe ser siempre) algo vivo, en perpetua reinvención y que no debe dar miedo cambiar algo que no se ajusta a la realidad.

Porque Cádiz es mucho más que una hilera de dientes blanquecinos, que agradecen, con mansa servidumbre, las propinas que los forasteros dejan sobre las mesas de sus bares. Porque a lo largo de la historia hemos sido el Faro de muchas culturas y, si nos los creyésemos, podríamos volver a serlo.